Recuerdos
Todavía algunas veces huele a sangre. Se lava las manos una y otra vez, pero su piel sigue impregnada. No parece que le moleste; es más bien una ceremonia. Siempre fue muy meticuloso. Decía que era como un cirujano sin pulir: abrir, extirpar… y no cerrar. Sus clientes preferían no ver el sobrante, sobre todo teniendo éste un rostro. Parece recordar todas aquellas caras y ninguno de nuestros nombres, es curioso. Supo reconocer a cada una de sus víctimas y a ninguno de sus hijos. Supo robar y vender órganos durante veinte años, y hoy no es capaz de atar los cordones de sus zapatos. Pero continúa lavándose las manos una y otra vez frente a su reloj parado.