Sólo puede quedar uno

No pude transformarme en princesa porque el imbécil seguía mirando. Y claro, el imbécil seguía mirando porque sabía que así yo no podría transformarme en princesa. Así que yo también miré al imbécil, frente a frente, desafiante. Había llegado el momento de saber quién iba a sobrevivir, el imbécil o la princesa. Rescaté mi pintalabios del fondo del cajón, lo apreté fuerte sobre mi boca y rompí de un golpe el espejo. Viva la princesa, muerte al imbécil.

Si puedes mirar, ve.

Si puedes ver, repara.

José Saramago

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