Nunca más

Por favorsea breve“, dijo. Aquella maldita frase. La misma que escuchó mi madre en el paritorio y que desvirgó mis oídos; las palabras exactas que me estremecieron al salir de la boca de fresa a la que pretendía jurar mi primer amor eterno; la homónima petición que escuché durante cuarenta años al entrar en el retrete de la oficina; las cuatro notas que cortaron la melodía de mi voz temblona el día en que, por fin, tuve mis cinco minutos de gloria televisiva.
¡No! Ya he sido bastante breve, tan breve como los 82 años que hoy quieren marcharse. ¡Nadie me va a callar hoy! Les diré todo lo que he…
“Descanse en paz”, dijo.

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Si puedes mirar, ve.

Si puedes ver, repara.

José Saramago

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